"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

lunes, 11 de marzo de 2013

la maldición de la literatura, (fragmento I ), por liliana díaz mindurry

Violencia y literatura Bachelard se refería a una poética del aire, del agua, de la tierra, del fuego. Me gustaría agregar que una poética del aire es de tendencia metafísica, el agua lleva a la sensualidad, el fuego a los misticismos y blasfemias (sean o no de índole religiosa), la tierra a la vida cotidiana. Pero ese fuego devorador, lo pasional en el sentido de padecimiento y de infligir violencia a las mismas estructuras gramaticales está en la naturaleza poética. La poesía (término que incluye los otros géneros literarios y descartando lo poetizante en el peor sentido de altisonancia) muestra el caos falsamente ordenado por el lenguaje que se imagina a sí mismo referencial, al producir violencia en el centro mismo del decir. Digo esto para decir lo otro y para decir sucesivas cosas y para atacar la linealidad gramatical (que no es más que la reproducciones de las estructuras lineales del pensamiento) y para eviscerar las palabras cortadas y hasta corrompidas como en la divertida y singular novela El orden alfabético de Millás, de escritura liviana que depara sorpresas. Violencia en el sentido de quebrantar y violar. De forzar el lenguaje hasta vaciarlo y tergiversarlo. Atropellar las palabras para que expulsen contenidos íntimos, secretos, paradojas. No respetar palabras ni convenciones, sabiendo que la primera convención es la palabra y es necesario demostrar su falsedad en nuevas y nuevas convenciones igualmente falsas hasta que toda convención quede rota por sucesivas violaciones que siempre muestren el agujero en el sistema. Disfrazar para desnudar, desnudar para disfrazar, para desnudar, es decir, para disfrazar. En otras palabras, proferir maldiciones contra el mismo Mal-Decir del lenguaje, demostrar toda su categoría de instrumento infernal. Hasta aquí hablamos de atropellar a la palabra. Ahora hablemos de atropellar el sentido. Mostrar la extrañeza radical de todo presunto sentido a través de palabras que muestran la desnudez del Agujero. Una fuerza impersonal nos lleva a cualquier parte. Llamarlo inconsciente no nos ayuda. La misma muerte aparece como sentido fundamental de todo y es una muerte que no es muerte. Es la violencia de no terminar de morir y de no saber qué es ese extraño sentido porque no se puede escribir o decir la muerte. Como hacerlo si la muerte es lo esencialmente extraño. Como la palabra. También la palabra es lo esencialmente extraño. ¿Cómo? ¿La palabra no era un puente con el mundo exterior? ¿No era la forma de alcanzar al Otro? ¿Se trata ahora de violentarla para distanciarse del Otro? ¿Para mostrar con más fuerza que el puente está dinamitado? ¿O esa violencia es para mostrar su engaño, pero también para desencadenar sus poderes mágicos? ¿Arrancar los poderes mágicos? ¿Arrancar el encantamiento del mundo para formar un nuevo mundo, un nuevo encantamiento? ¿Hay un mundo exterior? ¿Diremos con Nietzsche que no hay hechos sino interpretaciones? ¿O con Derrida que antes de la representación hubo una repetición? (Repetition: ensayo). ¿Ese es el mito del eterno retorno? Tal vez si hubo un hecho fue matado por la palabra, quebrado en mil pedazos y sólo queda la interpretación de la interpretación. Como diría Foucault: si la interpretación es infinita es que no hay nada que interpretar. La máxima violencia: saber que la palabra es necesariamente un monstruo de dos caras y que no se trata del equívoco ocasional o inclusive corriente sino del equívoco del equívoco. ¿Transparente por poco sentido? ¿Opaca por mucho sentido o porque no dice nada? Cuando San Juan de la Cruz dice deseando nada está diciendo violentamente muchas cosas. Por ejemplo: que la literatura es deseo de nada. Que ese deseo de nada es deseo de Dios, es decir, deseo de nada, es decir, deseo de Dios. Que la palabra es nada y dice nada y con ella el escritor desea decir eso: la nada, que es como decir todo. Que es infinito lo que quiere decir, y como no hay palabras para decir el infinito desea nada. Y todos los caminos que se pueden abrir, tantos como pasiones que leen. Porque hace falta eso: la pasión. Y la pasión es la violencia maravillada, en éxtasis. Como si fuera lo contrario de la violencia. Pero la palabra literaria es violencia, de mayor calibre que una injuria o un insulto. Porque es amor violento, violentado, que violenta, viola. Deseo. Y de nada. Se trata de un idioma sagrado, con la sacralidad y la brutalidad del fenómeno religioso. Su sentido es secreto porque implica todos los sentidos. Y es tan humano como bestial.................................................................................. Fragmento de "La maldición de la Literatura", Ediciones Ruinas Circulares, 2012 Liliana Díaz Mindurry, abogada, poeta, narradora y ensayista, nacida en C.A.B.A., Argentina.

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