"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

domingo, 8 de abril de 2012

prólogo escrito por la poeta marisa negri. "el jardín santo", ediciones en danza.




El jardín santo


“Se debería esperar y saquear toda una vida, a ser posible una larga vida; y después por fin, más tarde, quizás se sabrían escribir las diez líneas que serían buenas. Pues los versos no son como creen algunos, sentimientos (se tienen siempre demasiado pronto), son experiencias…” dice Rainer Maria Rilke y es tal vez esa tarea la que asume Catalina Boccardo en este libro que posee el tamiz de lo vivido, de las innumerables lecturas y del trabajo con cada vocablo como una joya oscura y preciosa que nunca termina de pulirse.
En la ventanilla de un tren ella se abanica; el viaje es un juego de espejos; por fuera los castillos holandeses o los promesantes a la difunta correa y por dentro crece un jardín celeste que venera a los muertos, las voces que nos han precedido.
La mujer es también todas las mujeres; la niña de las dalias, la madre que lleva un cántaro, la novia que espera lo que no llegará o la anciana de siesta frágil. Y una hebra invisible las reúne en el mismo tapiz.
Boccardo afina el lápiz y el ojo; indaga en Holanda:
hice lo mismo que todos harían / amar lo desconocido / caer en lo desconocido
Tienen sus textos la levedad de un paisaje en movimiento, que siempre cambia y siempre es el mismo. Podemos ver a la madre levantando la cosecha o a la niña que traga hojas de malvón y a la vez sabemos que no podemos detenernos, pues una mirada de viajero nos lleva de un sitio a otro, entre los mundos que se despliegan en su palabra.
Lo visto insiste en el poema, las películas de Kim Ki Duk, los brumosos paisajes de Veermer o las canciones de Leonard Cohen componen el escenario en donde acontecen viajes y diálogos con la sombra.
Hay en la mitología nórdica un árbol primordial, el Igdrassil, cuyas raíces se adentran en la tierra representando el pasado y sus ramas se agitan en el cielo proyectando el futuro, ésta pareciera ser la tarea de El jardín santo; ahondar la huella de lo ancestral en la memoria,
negras semillas a la luz / el cuerpo hinchado de flores
pero no sólo como elegía sino para reconocerse y elevar los nuevos brotes hacia el futuro.


Marisa Negri

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