"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

sábado, 24 de marzo de 2012

relato de la poeta y escritora irma marc, que ha sido musicalizado por ana foutel... y se presentará en el ECUNHI 30/03/2012, 19 hs.





DÉJÀ VU

Desde que estoy acá, siempre sueño que hago mis necesidades en una plaza. En el sueño siento pánico: cómo puedo hacer algo tan privado a la vista de todo el mundo. Sin embargo, mientras estoy acuclillada como una perra evacuando los deshechos de la angustia que me nace en el vientre, conociendo la vergüenza de mi desnudez, de mi desprotección, de mi impotencia ante la tiranía de las tripas, observo con asombro que nadie me mira, algunos chicos juegan trepados a los árboles o a las estatuas, hay otros, a lo lejos, hamacándose; se oye la música de una calesita que no veo y de los chorros cristalinos de una fuente, varias parejas pasan a mi lado mirándose a los ojos y susurrando, mi papá vive y es un viejo leyendo al sol, aletargado, indiferente, como de costumbre, a lo que yo haga. Siempre es igual, nada es nuevo, nada deja de repetirse.
En la celda cuatro, del pabellón seis, del Penal II de Devoto en la que estoy presa de los milicos, no hay puertas entre el baño y la sala común donde veinte minas, de distintas edades y lugares de procedencia, no vemos la hora de volver a ser libres. Sospechamos que la cana le pone un purgante, bastante seguido, a la comida. Hay compañeras que resisten casi hasta reventar esta forma de tormento. Las que más aguantan son, paradójicamente, las que enseguida se quiebran en la tortura y, vaya una a saber por qué mecanismo defensivo, se niegan a entregar esa poca privacidad, ese resto de autoestima que aún les quedan. Desde mi cama, fumando un pucho que intento compartir para ayudarla a relajarse, a la “aguantadora de turno”, pienso con pena que se añade por su cuenta un sufrimiento y que, al fin de cuentas, es otra victoria para el enemigo. Yo no sufro. En realidad se trata simplemente de un déjá vû y es bella la plaza donde todo es igual, nada es nuevo, nada deja de repetirse.


Irma Elena Marc

domingo, 18 de marzo de 2012

domingo, 11 de marzo de 2012

la escritura como centro de la existencia...




CULTURA › EDITAN EL CONMOVEDOR ESPISTOLARIO ENTRE INGEBORG BACHMANN Y PAUL CELAN

La escritura como centro de la existencia
Tiempo del corazón, la correspondencia entre los dos poetas en lengua alemana más importantes de la segunda mitad del siglo XX, va más allá de la intimidad de los amantes para reflexionar sobre Auschwitz, Heidegger y la lucha por el lenguaje.

› Por Silvina Friera


La de Bachmann y Celan quizá sea la novela epistolar más desgarradora escrita a cuatro manos.
El epistolario amoroso condensa el mapa de una pasión trágica, un muestrario de intemperies, ausencias, encuentros y desencuentros. Hay silencios demasiado obstinados y palabras que se escriben al pie de una página que jamás llegará a destino. No puede faltar el tópico de los enamorados cuyas penas magnifican la puñalada trapera. Las cartas, esos objetos que iluminan las vacilaciones del instante, construyen un vasto espacio abierto donde las figuras deambulan, pasan del sol a la sombra, se pierden de vista y reaparecen, pero sin adoptar jamás posiciones fijas. La relación intelectual y sentimental entre Ingeborg Bachmann y Paul Celan constituye uno de los capítulos más dramáticos de la historia de la literatura posterior a 1945. Tiempo del corazón (Fondo de Cultura Económica), la correspondencia entre los dos poetas en lengua alemana más importantes de la segunda mitad del siglo XX, no es un manojo de notas resecas que cualquiera podría publicar movido por el afán de desnudar la intimidad de los amantes. Las casi doscientas cartas, reunidas en una cuidada edición –traducida por Griselda Mársico y comentada por Bertrand Badiou, Hans Höller, Andrea Stoll y Barbara Wiedemann– esquivan esa premisa del sentimentalismo que consiste sólo en recordar el recuerdo. En las más delicadas vísceras del pasado, un puñado de textos potencia las reflexiones sobre los problemas de la escritura y la autoría después de Auschwitz, la cuestión respecto de Heidegger y su “error político” y el antisemitismo “enmascarado” con el ropaje de la crítica literaria. La lucha por el lenguaje, la disputa con la palabra, es la médula ósea del intercambio entre Bachmann y Celan. Quizá sea la novela epistolar más desgarradora, escrita a cuatro manos.

“Encontremos las palabras”
El primer encuentro fue en Viena, la ciudad a orillas del Danubio, en mayo de 1948. Bachmann, una joven austríaca de 21 años que estudiaba filosofía, logró liberarse de la pesada herencia que implicaba la temprana afiliación de su padre el nazismo. Celan, nacido en 1920 en el seno de una familia judía de Czernowitz (Rumania), sobreviviente de un campo de trabajo rumano, tenía entonces 27 años. Sus padres habían sido asesinados en un campo de concentración alemán. La correspondencia comienza con “En Egipto”, un poema de Celan dedicado a Bachmann, la joven poeta en cierne, en junio del ’48. En una carta posterior a ese poema fundacional, Celan postula el imperativo categórico de esa pasión: “Cuando te encontré fuiste ambas cosas para mí: lo sensual y lo intelectual”. Las señales de vida de la poeta llegarán recién en la Navidad de ese año, casi seis meses después de un incómodo silencio: “Hoy te quiero, y te tengo tan presente. Quiero decírtelo sin falta (entonces muchas veces no lo hice)”. La escritura ocupa el centro de la existencia. Pero para ninguno de los dos escribir es algo sencillo; las cartas no están exentas de esta desgarradora dificultad. “Dos o tres veces te escribí una carta que después no envié –le cuenta Bachmann en enero de 1949–. Pero qué importa eso si cada uno piensa en el otro y tal vez sigamos haciéndolo mucho tiempo más (...). En el otoño unos amigos me regalaron tus poemas. Fue un momento triste porque vinieron de otros y sin una palabra tuya. Pero cada uno de los versos fue un resarcimiento.”

El más bello amor
Una carta de junio de 1949 “anticipa” el futuro, veinte años antes de tiempo. “Llévame al Sena, vamos a mirar y mirar bien adentro hasta que nos hayamos vuelto pececitos y nos reconozcamos”, le dice Bachmann. El autor de Amapola y memoria, Reja de lenguaje y La arena en las urnas, entre otros títulos, se suicidó arrojándose al río Sena en abril de 1970. En el primer tramo despuntan las dudas sobre la importancia del encuentro entre ambos. La sucesión de cartas, bastante escasas entre 1948 y 1952, está marcada por la tentativa desesperada de repensar lo que fue. Y por volver a recuperar una forma practicable para la relación, aun después de separaciones entendidas como definitivas. Las pocas semanas de Viena son un punto de referencia, incluso cuando ya no sean repetibles y finalmente sólo la amistad siga siendo lo que queda en pie. “¿Sabes, Ingeborg, por qué te escribí tan poco durante este último año? No sólo porque París me empujó a un silencio terrible del que no podía salir, sino también porque no sabía qué piensas sobre aquellas pocas semanas en Viena. (...) ¿Cuán lejos o cuán cerca estás, Ingeborg? Dímelo, para que yo sepa si cierras los ojos si ahora te beso.”

El lector se desplazará por las orillas de un enigma. Nunca sabrá las razones concretas de los silencios y las recriminaciones mutuas; pertenecen, más bien, al terreno de las conjeturas. Casi tres meses después, Bachmann le responde: “Veo con mucho miedo que te alejas a la deriva por un gran mar, pero yo voy a construirme un barco y recogerte del desamparo. Sólo que tú también tienes que aportar algo y no hacérmelo demasiado difícil. Tenemos el tiempo y muchas cosas en contra, pero el tiempo no debe poder destruir lo que nosotros queremos rescatar de él”. Y le adjunta una carta que no supo enviar en su momento, de una sinceridad implacable. “No sé qué quieres saber ahora y qué no, pero te imaginarás que el tiempo que va de ti a ahora no ha transcurrido para mí sin relaciones con hombres. Hay un deseo que tenía entonces en ese aspecto que he satisfecho; eso tampoco te lo había dicho todavía –confiesa la poeta–. Pero nada se convirtió en un vínculo, no me quedo mucho tiempo en ningún lado, estoy más inquieta que nunca y no puedo prometerle nada a nadie (...). Sólo puedo decirte una cosa, por improbable que parezca hasta para mí misma: estoy muy cerca de ti. Es un bello amor el amor en el que vivo contigo, y sólo porque tengo miedo de decir mucho es que no digo que es el más bello.”

El intercambio poético no es recíproco. Celan no contempla aún la producción de la autora de El tiempo postergado. “Me resulta completamente nuevo y sorprendente, me parece como si se hubiera logrado quebrar una compulsión de asociaciones y se hubiera abierto una nueva puerta. Es tal vez tu poema más bello, y no tengo miedo de que sea ‘el último de todos’ –comenta Bachmann el poema ‘Agua y fuego’–. Me ha dado una felicidad indecible y llena de esperanza por ti me meto en tu período oscuro. Un reproche que me has hecho a menudo es que no tenga un vínculo con tus poemas. Te ruego que dejes de lado esa idea, y no lo digo por este poema, sino también por los demás. A veces sólo vivo y respiro a través de ellos.” Tal vez el miedo enorme de estar lejos o la burla de la realidad laceró esa pasión superior. De repente podrían reproducir fragmentos del tango “Como dos extraños” en clave alemana. “No hablemos más de cosas que son irrecuperables, Inge. Lo único que consiguen es que la herida vuelva a abrirse, provocan en mí ira y disgusto, reavivan lo pasado”, le pide Celan en 1952, cuando el poeta ya había iniciado su relación con Gisèle Celan-Lestrange, que pronto sería su esposa y la madre de su hijo Eric.

Mudo contigo
El lector apreciará uno de los tramos más ricos de la correspondencia luego del reencuentro en 1957. Los roles se modifican. Ahora es Celan el que compone unas cartas de una intensidad abismal y piensa por primera vez en la obra de Bachmann. La desmesura de la avanzada de él podría explicar la reticencia de la poeta. Acaso necesita silencio, distancia, un escudo de protección. “Entiendo, Ingeborg, que no me escribas, que no puedas escribirme, que no vayas a escribirme: sé que te lo hago difícil con mis cartas y poemas, más difícil aun que hasta ahora”, admite el poeta. “Debes entender: no podía actuar de otra manera. Actuar de otra manera hubiera significado negarte. No puedo hacerlo.” Ella demora, pero responde. “Te agradezco que le hayas dicho todo a tu mujer, ya que ‘ahorrárselo’ sería agrandar la culpa y disminuir a tu mujer. Porque ella es como es y porque tú la amas. ¿Pero tienes una idea de lo que significan para mí su aceptación y su comprensión? ¿Y para ti? No puedes abandonarlos, a ella y a vuestro hijo. Me contestarás que ya está, que en el fondo ya ha sido abandonada. Pero por favor no la abandones. ¿Tengo que darte las razones?”

Celan insiste, le exige a Bachmann que le escriba al menos una vez por mes. “Piensa ‘En Egipto’. Cuantas veces lo leo, te veo ingresar a ese poema: eres la razón de mi vida, también porque eres y seguirás siendo lo que justifica mi palabra... Pero no es solamente la palabra. También quería estar mudo contigo.” Tiempo del corazón incluye además documentos complementarios de la relación, como las cartas entre Bachmann y Celan-Lestrange, y entre Celan y el escritor suizo Max Frisch, que convivió con la poeta y narradora alemana. El título del epistolario procede del primer verso de “Colonia, Am Hof”, de Celan, suerte de pasadizo secreto entre los amantes: “Tiempo del corazón, los/ soñados representan/ la cifra de medianoche./ Alguno habló en el silencio, alguno calló,/ alguno se fue por su camino/”. El diálogo se interrumpe otra vez después de una reyerta con Frisch por una crítica adversa de Reja del lenguaje de Celan. Sobrevuela el antisemitismo en esa discusión. Sólo quedan las ruinas de ese amor. En una de las últimas cartas, el poeta da en el nervio de este doloroso epistolario cuando le cuenta a Bachmann sobre su nuevo libro de poemas. “Hay diversas cosas entretejidas allí, por momentos seguí un camino –estaba prácticamente escrito– bastante ‘ajeno al arte’. El documento de una crisis, si quieres. ¿Pero qué sería la literatura si no fuera también eso, y si no lo fuera radicalmente?”



FUENTE: PAG. 12, domingo 11 de marzo de 2012

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Patrick O'Hearn - oblique formations

martes, 6 de marzo de 2012

KATE BUSH Snowflake 2011

otra iglesia es imposible: Raúl Gustavo Aguirre / La trinchera del Rin

otra iglesia es imposible: Raúl Gustavo Aguirre / La trinchera del Rin: La trinchera del Rin Yo, Martin Heidegger, el filósofo que pensó lo Impensable y que anunció la pérdida del Ser en razón de la ci...

el poeta hugo toscadaray posteó este discurso en fb...



SAINT JOHN PERSE: Discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura el 10 de diciembre de 1960




He aceptado para la poesía el homenaje que aquí se le rinde, y tengo prisa por restituírselo.

La poesía no recibe honores a menudo. Pareciera que la disociación entre la obra poética y la actividad de. una sociedad sometida a las servidumbres materiales fuera en aumento. Apartamento aceptado, pero no perseguido por el poeta, y que existiría también para el sabio si no mediasen las aplicaciones prácticas de la ciencia.

Pero ya se trate del sabio o del poeta, lo que aquí pretende honrarse es el pensamiento desinteresado. Que aquí, por lo menos, no sean ya considerados como hermanos enemigos. Pues ambos se plantean idéntico interrogante, al borde de un común abismo; y sólo los modos de investigación difieren.

Cuando consideramos el drama de la ciencia moderna que descubre sus límites racionales hasta en lo absoluto matemático; cuando vemos, en la física, que dos grandes doctrinas fundamentales plantean, una, un principio general de relatividad, otra, un principio "cuántico" de incertidumbre y de indeterminismo que limitaría para siempre la exactitud misma de las medidas físicas; cuando hemos oído que el más grande innovador científico de este siglo, iniciador de la cosmología moderna y garante de la más vasta sintesis intelectual en términos de ecuaciones, invocaba la intuición para que socorriese a lo racional y proclamaba que "la imaginación es el verdadero terreno de la germinación científica", y hasta reclamaba para el científico los beneficios de una verdadera "visión artística", ¿no tenemos derecho a considerar que el instrumento poético es tan legítimo como el instrumento lógico? En verdad, toda creación del espíritu es, ante todo, ''poética' en el sentido propio de la palabra. Y en la equivalencia de las formas sensibles y espirituales, inicialmente se ejerce una misma función para la empresa del sabio y para la del poeta. Entre el pensamiento discursivo y la elipse poética, ¿cuál de los dos va o viene de más lejos? Y de esa noche original en que andan a tientas dos ciegos de nacimiento, el uno equipado con el instrumental científico, el otro asistido solamente por las fulguraciones de la intuición, ¿cuál es el que sale a flote más pronto y más cargado de breve fosforescencia?' Poco, importa la respuesta. El misterio es común. Y la gran aventura del espíritu poético no es inferior en nada a las grandes entradas dramáticas de la ciencia moderna. Algunos astrónomos han podido perder el juicio ante la teoría de un universo en expansión; no hay menos expansión en el infinito moral del hombre: ese universo. Por lejos que la ciencia haga retroceder sus fronteras, en toda la extensión del arco de esas fronteras se oirá correr todavía la jauría cazadora del poeta. Pues si la poesía no es, como se ha dicho "lo real absoluto", es por cierto la codicia más cercana y la más cercana aprehensión en ese límite extremo de complicidad en que lo real en el poema parece informarse a sí mismo.

Por el pensamiento analógico y simbólico, por la iluminación lejana de la imagen mediadora y por el juego de sus correspondencias, en miles de cadenas de reacciones y de asociaciones extrañas, merced, finalmente, a un lenguaje al que se trasmite el movimiento mismo del ser, el poeta se inviste de una superrealidad que no puede ser la de la ciencia. ¿Puede existir en el hombre una dialéctica más sobrecogedora y que comprometa más al hombre? Cuando los filósofos mismos abandonan el umbral metafísico, acude el poeta para relevar al metafísico; y es entonces la poesía, no la filosofía, la que se revela como la verdadera "hija del asombro", según la expresión del filósofo antiguo para quien la poesía fue asaz sospechosa.

Pero más que modo de conocimiento, la poesía es, ante todo, un modo de vida, y de vida integral. El poeta existía en el hombre de las cavernas; existirá en el hombre de las edades atómicas: porque es parte irreductible del hombre. De la exigencia poética, que es exigencia espiritual, han nacido las religiones mismas, y por la gracia poética la chispa de lo divino vive para siempre en el sílex humano. Cuando las mitologías se desmoronan, lo divino encuentra en la poesía su refugio; aun tal vez su relevo. Y hasta en el orden social y en lo inmediato humano, cuando las Portadoras de pan del antiguo cortejo dan paso a las Portadoras de antorchas, en la imaginación poética se enciende todavía la alta pasión de los pueblos en busca de claridad.

¡Altivez del hombre en marcha bajo su carga de eternidad! Altivez del hombre en marcha bajo su carga de humanidad - cuando para él se abre un nuevo humanismo -, de universalidad real y de integridad psíquica... Fiel a su oficio, que es el de profundizar el misterio mismo del hombre, la poesía moderna se .interna en una empresa cuya finalidad es perseguir la plena integración del hombre. No hay nada pítico en esta poesía.

Tampoco nada puramente estético. No es arte de embalsamador ni de decorador. No cría perlas de cultivo ni comercia con simulacros ni emblemas, y no podría contentarse con ninguna fiesta musical. Traba alianza en su camino con la belleza - suprema alianza -, pero no hace de ella su fin ni su único alimento. Negándose a disociar el arte de la vida, y el amor del conocimiento, es acción, es pasión, es poder y es renovación que siempre desplaza los lindes. El amor es su hogar, la insumisión su ley, y su lugar está siempre en la anticipación. Nunca quiere ser ausencia ni rechazo.

Nada espera sin embargo de las ventajas del siglo. Atada a su propio destino y libre de toda ideología, se reconoce igual a la vida misma, que nada tiene que justificar de sí misma. Y con un mismo abrazo, como con una sola y grande estrofa viviente, enlaza al presente todo lo pasado y lo por venir, lo humano con lo sobrehumano y todo el espacio planetario con el espacio universal. La oscuridad que se le reprocha no proviene de su naturaleza propia,, que es la de esclarecer, sino de la noche misma que explora, a la que está consagrada a explorar: la del alma misma y la del misterio que baña al ser humano. Su expresión se ha prohibido siempre la oscuridad y esa expresión no es menos exigente que la de la ciencia.

Así, por su adhesión total a lo que existe, el poeta nos enlaza con la permanencia y la unidad del ser. Y su lección es de optimismo. Pura él una misma ley de armonía rige el mundo entero de las cosas. Nada puede ocurrir en ella que, por naturaleza, sobrepuje los límites del hombre. Los peores trastornos de la historia no son sino ritmos de las estaciones en un más vasto ciclo de encadenamiento y de renovaciones. Y las Furias que atraviesan el escenario, con la antorcha en alto no iluminan sino un instante del muy largo tema que sigue su curso. Las civilizaciones que maduran no mueren de los tormentos de un otoño; no hacen sino transformarse. Sólo la inercia es amenaza. Poeta es aquel que rompe, para nosotros, la costumbre.

Y es así también como el poeta se encuentra ligado, a pesar de él, al acontecer histórico. Y nada le es extraño en el drama de su tiempo. ¡Que diga a todos, claramente, el gusto de vivir este tiempo fuerte! Pues la hora es grande y nueva para recobrarse de nuevo. ¿Y a quién le cederíamos, pues, el honor de nuestro tiempo? . . .

''No temas", dice la Historia, quitándose un día la máscara de violencia y haciendo con la mano levantada ese ademán conciliador de- la Divinidad asiática en el momento más tuerte de su danza destructora. "No temas, ni dudes, pues la duda es estéril y el temor servil. Escucha más bien ese latido rítmico que mi mano en alto imprime, renovadora, a la gran frase humana siempre en vías de creación. No es verdad que la vida pueda renegar de sí misma. Nada viviente procede de la nada, ni de la nada se enamora. Pero tampoco nada guarda forma ni medida bajo el incesante aflujo del Ser. La tragedia no finca en la metamorfosis misma. El verdadero drama del siglo está en la distancia que dejamos crecer entre el hombre temporal y el hombre intemporal. El hombre iluminado sobre una vertiente ¿irá acaso a oscurecerse en la otra? Y su maduración forzada, en una comunidad sin comunión, ¿no sería quizá una falsa madurez? . . ."

Al poeta indiviso tócale atestiguar entre nosotros la doble vocación del hombre. Y esto es alzar ante el espíritu un espejo más sensible a sus posibilidades espirituales. Es evocar en el siglo mismo una condición humana más digna del hombre original. Es asociar, en fin, más ampliamente el alma colectiva con la circulación de la energía espiritual en el mundo . . . Frente a la energía nuclear, la lámpara de arcilla del poeta ¿bastará para este fin? — Sí, si de la arcilla se acuerda el hombre.

Y ya es bastante, para el poeta, ser la mala conciencia de su tiempo.

lunes, 5 de marzo de 2012

Héctor Oesterheld Documental. Canal á. Parte 1

Profezia di Pasolini:la rivoluzione in Egitto e Tunisiia ci riguarda

leyenda del árbol negro





LEYENDA TOBA-QOM: ADA NAWE``EPAQ, La Leyenda del Árbol Negro

Cuenta la mitología toba, que existia un árbol negro llamado nawe``epaq, que emerge del medio de una laguna donde habitan las bestias peligrosas del agua. En sueños, los chamanes son guiados por sus espíritus auxiliares hasta nawe``epaq para aumentar su haloik (poder). Los piogonak (chamanes) deberán trepar el árbol hasta la punta, debiendo sortear los espíritus malos realizando cantos o plegarias enseñados por sus espíritus auxiliares. Cada nivel sorteado tiene un animal o ser guardián que lo representa y el chamán absorverá el haloik de ellos a medida que logre continuar su ascenso. Una vez arriba deberá arrojarse hacia las aguas oscuras evitando las bestias acuaticas hasta ganar la orilla. Dicen que la forteleza de los brujos tobas se aloja en el corazón. Dicen que la plegaria es el secreto. Esta es nuestra plegaria al árbol negro.

Texto: Charo Bogarín

Inspirado en el libro Ser en el Sueño, crónicas de historia y vida toba de Pablo Wrigth.


FUENTE: copypegado de Nación Charrúa, FB.

domingo, 4 de marzo de 2012

la palabra presidenta






7 de abril de 2011

‘Presidenta’, en femenino: es correcto
por Manual

Circula por internet un documento que aduce una serie de razones pseudogramaticales para censurar el uso del femenino presidenta, que, sin embargo, está aceptado por la RAE.

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Circula por internet un documento que aduce una serie de razones pseudogramaticales para censurar el uso de femeninos como presidenta. La parte fundamental de la explicación dice:

El participio activo del verbo atacar es “atacante”; el de salir es “saliente”; el de cantar es “cantante” y el de existir, “existente”. ¿Cuál es el del verbo ser? Es “ente”, que significa “el que tiene entidad”, en definitiva “el que es”. Por ello, cuando queremos nombrar a la persona que denota capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación “-nte”. Así, al que preside, se le llama “presidente” y nunca “presidenta”, independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.

Esta argumentación se basa en tres afirmaciones:

que el participio activo del verbo ser es ente,
que la terminación -nte que añadimos a los participios activos de los verbos procede de ente,
que dicha terminación se toma de ente porque este denota entidad o significa ‘el que es’.
Sin embargo:

1. El participio activo del verbo ser no es ente. El único participio que actualmente tienen, de forma general, los verbos españoles, es el de perfecto (por ejemplo sido, para el verbo ser, o comido para comer). Solo algunos verbos tienen entre sus derivados los llamados participios activos, que hoy se consideran sustantivos (como presidente) o adjetivos (como atacante o cantante). El verbo ser tuvo en el pasado una forma de participio activo hoy perdida, pero no era ente sino eseyente.

2. La terminación -nte no procede de ente. Nuestro sustantivo ente (que, como se ha dicho, no es el participio del verbo ser) sí que deriva, sin embargo, de ens, entis, participio de presente del verbo latino esse (‘ser, estar’). Pero el hecho crucial no es que el participio del verbo ser en latín tuviera esta forma entis, sino que todos los participios de presente del latín tenían esta misma forma: e-ntis, ama-ntis, lege-ntis, capie-ntis, etc. Obviando la raíz verbal y la vocal temática que quedan a la izquierda del guión, en todas estas formas lo que encontramos es la secuencia -nt- y la terminación -is, desinencia de caso genitivo.

Esta secuencia -nt- es un infijo, un elemento que se inserta en el interior de una palabra, y es una marca morfológica que indica un subtipo concreto de declinación por el que se guían algunas de las palabras que forman parte de la tercera declinación latina. Este mismo infijo, y este mismo submodelo de declinación (llamado precisamente temas en -nt-), está presente también en otras lenguas, como el griego clásico. Aunque por este modelo de temas en -nt- se declinan solo unos pocos sustantivos y adjetivos, en la práctica es muy productivo, porque es el modelo por el que se declinan todos los participios de presente activos de todos los verbos latinos y varios de los participios del griego clásico.

3. La terminación -nte no se toma de ente porque este denote al ser. El hecho de que esta secuencia -nt- aparezca no solo en ente, sino en todos los participios de los verbos latinos e incluso en otros adjetivos (como prudentis, ‘prudente’), sustantivos (como /leontos/, ‘león’ en griego) y determinantes (como /panta/, ‘todo’ en griego) prueba que esa -nt- no ha sido nunca, a lo largo de su historia, marca de entidad o de existencia. Nunca, por sí sola, ha denotado al ser, al ente. Llegó a denotar, en latín, al ente al entrar en interacción con el verbo ser, pero entró en contacto con este verbo, como entró en contacto con todos los demás verbos latinos, pues no es más que una marca morfológica de la que los verbos se sirven para declinar una de sus formas no personales, el participio.

Lo que históricamente existe es este infijo -nt- y no la terminación -nte. Recordemos que en las formas amantis o legentis la terminación –is es marca de genitivo, pero este es solo uno de los seis casos que tienen las declinaciones latinas. Estas declinaciones establecen distintas terminaciones en función del caso, del género y del número: un participio como entis puede tener potencialmente hasta 24 desinencias, es decir, 24 terminaciones después del infijo -nt- (entem, entis, enti, entium, entia, etc.) que se encargan precisamente de marcar el caso, el número y el género. Nada, por tanto, en la morfología histórica de este elemento -nt- impide que las palabras que se forman con él tengan una forma distinta para el género femenino; es más, históricamente este infijo ha formado parte de palabras que explícitamente diferenciaban el género.

Por último. Es cierto que el español conserva este infijo fundamentalmente en la terminación -nte, y es fácil caer en el error de creer que la emplea solo para referirse a la persona que realiza la acción del verbo (presidente el que preside, cantante el que canta, atacante el que ataca). Sin embargo esto no es una verdad absoluta: ni todos los verbos se refieren al agente con esta terminación, ni siempre que esta terminación aparece se asocia a la persona que lleva a cabo la acción del verbo.

Los que luchan, los que inventan, los que trabajan, los que corren, etc. no son los luchantes, los inventantes, los trabajantes, etc. sino el luchador y la luchadora, el inventor y la inventora, el trabajador y la trabajadora. El español actual conserva, además, casos en los que este infijo es más una mera marca gramatical (heredera de un antiguo participio que hoy ya no se siente como tal): mediante, de mediar; durante, de durar; o bastante, de bastar. Y de hecho, en el español de otras épocas estas palabras tenían forma en plural (era, por ejemplo, posible decir ellas durantes).

Nada en la morfología histórica de nuestra lengua, ni en la de las lenguas de las que la nuestra procede, impide que las palabras que se forman con este componente tengan una forma para el género femenino. Las lenguas evolucionan y en esa evolución se transforman. Estos cambios se deben a muchas causas, algunas son causas internas (evoluciones fonéticas, por ejemplo); otras son externas, el contacto con otras lenguas o el cambio en las sociedades que las hablan. Para que una lengua tenga voces como presidenta, solo hacen falta dos cosas: que haya mujeres que presidan y que haya hablantes que quieran explícitamente expresar que las mujeres presiden. Si esas dos circunstancias se dan, ninguna supuesta terminación, por muy histórica que sea su huella, frenará el uso de la forma femenina (pregúntese el lector por qué no se han levantado voces contra el uso del femenino sirvienta). Pero es que, además, en el caso de este infijo concreto, la historia de nuestra lengua y la de las lenguas que la precedieron pueden llegar a avalar el uso de voces como presidenta, pues al hilo de esta explicación parecen ser menos conservadoras que la variedad actual.

FUENTE: ESTILO, Manual para nuevos medios

el placard: POEMAS DE HENRI MICHAUX

el placard: POEMAS DE HENRI MICHAUX: Mi vida Te vas sin mí, vida mía. Ruedas. Y yo todavía espero dar un paso. Llevas la batalla hacia otra parte. Me abandonas así. Nunca te...

Revolucion virtual 4 de 4 - Homo interneticus.2010.

Revolucion virtual 3 de 4 - El precio de lo gratuito.2010

Revolucion virtual 2 de 4 - ¿Enemigo del estado.2010.