"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

domingo, 16 de octubre de 2011

poesía de luciana mellado






Sangre
La niña sangra y en hembra la transforman
y el juego se suspende sin pausa y sin aviso.
Despiertan sed sus nuevas humedades
y la arena es barro en sus manos aún torpes.

Los perros domésticos hociquean su sexo
intolerantes al disimulo de una sangre
que cambiará de color en cada parto.

Los ojos de la niña se espesaron
ya no ve ramos de transparencias en el aire.


Otro naufragio

Busca un canto subterráneo
porque su mediodía se repite demasiado.
Juega el juego de las combinatorias
y no la sorprende ninguna posibilidad.
No sabe su nombre esa mujer.
Habla el idioma del miedo
y nadie quiere escuchar su terror
que se repite, plasmático, evidente.
¿Será invisible siempre esa mujer?
¿Qué crepúsculo le besará los pasos?
¿Qué fábula contará sus fiebres?
Busca un canto subterráneo
porque su mediodía se repite demasiado.

El cuerpo y la nostalgia

A mi abuela

Vagidos secos anuncian la aurora sin que nada inaugure el sueño
o ¿debo decir que soy yo quien te mira las manos
telaraña de belleza, ternura desgarrada?
Esto ocurre en un lugar intraducible donde la muerte bebe
la inocencia de niñas muertas
que nadie busca / que nadie reclama.
Una procesión atraviesa el sendero de tus ojos cerrados
camino breve que dilata el sueño, jardín de malezas y de lluvias
animal que huele el precipicio y arremete.

Tus ojos I
A Andy

Nada es inocente en este mundo
salvo tus ojos.

Tu cuerpo quemado / incendiado por los años
dibuja dos grandes soles
anillos sabios que te acercan a lo divino.

No exagero, es cierto, todo sobra en mi casa
todo es olvidable
menos los puentes acuosos de tus ojos.

Como aquello que ignoro conociendo
o mejor aún lo insondable de vos.
Te oigo desde lejos.

(Las niñas del espejo. Bs. As.: Botella al mar, 2006)

Renuncia escolar

Que otra cante las gestas de esos héroes testiculares,
pulcros rostros de a caballo, testiculares.
Que otra ice la bandera en el patio escolar
bajo el viento frío azotando las rodillas desnudas
justo un centímetro antes o después
de la pollera tableada.

Ventura del asombro

Soplo de amor que organiza el mundo.
Aquí estás en la noche descosida,
tiritándome, entrañable.
Niño, garras de león,
camélido que paladea el ocaso.
Plural.

Composiciones de lo singular

Ola contra roca y viceversa.

Yo escucho muchas olas
adentro de esa única
pueblos de agua que se mueven
y salivan espuma.

Yo intuyo muchas rocas
en el principio de esa única
multitudes de piedras que se comprimen
canto sobre canto.

Yo respiro este lugar
donde las superficies se tocan / sin penetrarse
donde el aire te acribilla los ojos
y la belleza no puede ser devorada.

(De Crujir el habla, Bs. As.: Botella al mar, 2008)

I

Los murmullos de la historia tienen voz familiar
vienen de la morada
de la casa propia.

Son visitas debidas que alguien debe hacer
de algún modo
en algún momento
sin el gusto necesario
de intuir / desear
una respuesta.

A veces con las manos también
se zafa de la muerte
pero lo dicho no siempre dice algo.

III

El calor del aire me espesa el camino
mientras los pasos andan
en cuerpo lento
entre ovillos del cielo y la memoria.

La encrucijada abre distancias
pero los pasos se acercan a otros pasos
y se emparejan como calles idénticas
en sus desvíos.

No se sabe por qué se emprende el viaje,
se busca un padre o se busca un hijo
la sombra de una lengua que diga que existimos.

IV

Antes
ella volvió al desierto desde otra soledad
en la ciudad gigante
cuando se fue tan llena de mí
por todo el vientre
de filamentos o de brotes
naciéndoles más piernas,
brazos como ramitas con dedos temblorosos
un tronco que parecía un carretel de hilo
dentro de una mujer tejida
con lana de agua y padre.

No volvió al desierto por otra soledad
con otro par de ojos mirando sin palabras
los verdores del barrio, el camino a la casa.

Yo no sé a qué volvimos / una adentro de la otra
caminando hacia abajo / volviendo o escapando
mientras el sol brillaba
y empezaba la siesta.
V

¿Habrá llorado un mediodía
bebiéndose el camino
o en cercanía de un perro
abrazada a sí misma?

¿Habrá rezado en la noche
entremezclada
llena eres de gracia
con los ojos cerrados
bendita
recordando la espesura
entre todas las mujeres
durante lo callado
en casa ajena
sobre un mundo pequeño
el fruto de tu vientre
a punto de caerse?

¿Habrá querido desentrañarse
en todas las lenguas
que antes la dijeron
o habrá sido sola
totalmente
sola
sin ser dicha?

VII

¿Ve aquel mundo de al lado
que huele a tomillo y laurel?
Lo ve. Mírelo.
Usted también.

¿Ve a la mujer de trenza larga
como hondura de cielo?
¿La ve?
Está sentada en un banquito
torciéndose las manos
con lanas y con hilos.

¿Y a la mujer callada
que curte cueros
para hacer quillangos?
¿La ve?
De zorro son, sí,
y de caracul.

¿Y a la niña muerta
con ojos de eclipse?
¿La ve?
Es tan bella y pequeña
como una mariposa azul.

¿Y aquella calle que atraviesa
la puerta, la ve?
Por esa calle se fue mi hija,
la mayor.

XVIII

Y en la mitad del mundo te encontrabas
desgajado de mí para mi sed primera
el resplandor que precedía al silencio
era el perfume de tu nombre
simple
el agua donde te convertías en vino
y en la sed misma hasta el jardín tejido
con nudos de viento desde la marea donde
los peces pequeños desprecian
todo mundo sólido
entonces
para qué hablar con estos dioses
si en el cuerpo tanta víspera no era
más que el propio cuerpo suspendido
sin prisa por caerse
o elevarse
hacia el amor que de pronto fue crecido
como un embrión celeste
en los entrañas
o la espuma
en el borde de la noche.


XXXIV

Como cigarra voy
por sus dedos de azafrán
convertida en piedra que crepita,
la crujida.

No tengas miedo,
hija
escucharás el agua
y estarás desnuda

pero la muerte
siempre
es no mirar atrás.

(De Aquí no vive nadie, 2010)





Grillo

Canta un grillo
pero ¿canta o triza el silencio de enero
en la noche sin tormenta?

El grillo se escucha y la luna se mira.
Yo no supe nunca escuchar luna
ni ver ojo de grillo titilando.

Dicen que los grillos se frotan sus patitas
sus patitas solos
como el buey que solo se lame.

Yo también me lamí sola varias veces:
cuando me deshabitó el amor
y se hizo débil y blando y se hizo poco
un desahuciado, una bruma
detrás de los espejos.

El grillo canta o se toca o llora.
También yo me tocaba cuando las sombras
del mundo no rozaban las frutas verdes
de la soledad.

Pero también te amaba
cuando el río invertía su camino
y la lluvia era una raíz cruda
que buscaba el sol bajo la tierra.

Todo esto lo sé ahora
mientras el grillo canta o se toca o llora
y nadie me pregunta
ni tu voz me germina.

Como el grillo que canta
cantaba yo el dolor desde mi cuerpo
y mis manos o sus patas
ardían la tersura vestidos como estábamos
con bermudas y remeras
escote en v.

Me hundía las raíces en el viento
y lloraba como el grillo
por no crecer en ningún surco
en ninguna hendidura.
Y me volaba en las sílabas
nacidas de tu boca,
la perturbada lengua de los niños
que aún no saben hablar
según sus padres.




Mariposa

Quién es esta mujer que apenas si resiste
el golpe seco remacharse en el cuero
quién es esta mujer que llama al sueño
sin tejido / sin las armas de San Jorge
sin la carne blanda de la rosa
desatada del mundo quién es
con un amor tan grande
y rebalsado.

Quién es esta mujer tendida
en el borde de la soledad
sombra quemante
que no tiene perdón
incinerada por el frío / un golpe seco
en la cáscara
que se ha muerto de vida
un par de veces
y de miedo ha retumbado
con la fiebre
rataplam el cuero
y el silencio de esa mujer
suena a silencio
entre ramas resecas.

Sabe que el invierno es frío
y los pies siempre son pequeños
para cruzar el océano de golpe
y es muy inconveniente que se acabe el suspiro
y una se infle como pez ahogado
boqueando con los ojos abiertos como bocas
un pez lleno de aire y vacío
que respira la solidez del miedo
las muchas cosas arrojadas bajo el humo
del amor que me retiene
aquella niña muerta que le cuelga en la espalda
la niña con flequillo, la siamesa que ríe
debe haber planeado una venganza
o una fiesta en el bosque que consuele.

Pero ahora el tambor atado a cada golpe
plam plam rataplam
plam rataplam
plam plam
plam.

Vuela el tiempo quemado como una mariposa
que se incendia en la llama
débil de la vela.

¿Bailará esta noche su fragilidad?
¿Perderá sus alas o su filo?
¿Quedará ciega y cantará feliz
la copla de su transmutación?

Quién es esta mariposa
recostada en la cama
mirando para afuera
esperando que el viento que la mata
la salve
plam
desde las alas
plam plam
rataplam.


(En “Vuelo de pez”, julio de 2011)




Sueltos (III)

ando ciega
con los ojos abiertos / llenos de agua
lejos del jardín

ando ciega
que es también decir oscura
llena de luz
rebalsada
marchita por exceso

ando ciega
y no sé regar los ojos
con piedad

qué dicen los ojos
que miran

qué dicen los ojos
que no miran

¿todo verdor perecerá?
Sueltos (IV)

La razón es un catre duro
donde nadie duerme
cómodo dos noches.

Oscuridad
que no traga la noche.

La razón no tiene ropa
para esta desnudez.



Sueltos (V)

no sé cómo subirme a mis zapatos

el agua o el amor me golpea

me ahogo sola
entre plumas de carbón
que suenan
como gota en el incendio

no sé cómo subirme a mis zapatos
hoy
que necesito
bajarme del mundo


Preguntas de sirena (I)
qué es el viento que me hunde y me salva, quién me hunde y me salva, quién sopla adentro de mi carne en llamas, quién soy yo escondida adentro de los otros, y los otros en mí callados en la lengua, quién habla, cómo, dónde, en el rumor que crece inteligible como un animal rabioso o moribundo, quién es esa que abre los ojos para apagar la luz del mundo, cuándo tendrá nombre, una casa donde guardar los brazos, las plumas impares de sus alas, la escama de su piel, sirena ahogada entre tantas preguntas.


(inéditos, publicados en el blog enlapiznegro.blogspot.com)

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