"El pensamiento claro no nos basta, nos da un mundo usado hasta el agotamiento. Lo que es claro es lo que nos es inmediatamente accesible, pero lo inmediatamente accesible es la simple apariencia de la vida." antonin artaud.

domingo, 28 de marzo de 2010

subcomandante marcos, líder del ejército zapatista de liberación nacional (EZLN)



Con pasamontañas negro, visera y pañuelo rojo, cubierto de cartucheras y portando armas automáticas al igual que sus compañeros, Marcos, con su pipa, su forma de hablar articulada y sosegada y sus firmas al pie de los comunicados con la coletilla "desde las montañas del Sureste Mexicano", se proyectó como el principal dirigente del EZLN.

La guerrilla, cuyos aproximadamente 2.000 efectivos se enfrentaban ya en los primeros días a fuerzas diez o doce veces superiores, perfectamente pertrechadas y apoyadas por armamentos pesado, no era rival para el Ejército mexicano, pero el presidente Salinas se apercibió de que Marcos y sus compañeros, con su discurso tomado del mítico jefe guerrillero de la Revolución de 1913 y reproducido sobre un inteligente andamiaje mediático, blandían un arma formidable, la razón inobjetable de la causa indígena, que ponía en tela de juicio sus logros reformistas y que podía causarle mucho quebranto en el terreno diplomático.

Así, el 10 de enero el mandatario nombró una Comisión federal para la Paz y la Reconciliación en Chiapas encabezada por el hasta entonces secretario de Relaciones Exteriores, Manuel Camacho Solís, y dos días después ordenó el alto el fuego unilateral para emprender un diálogo "en el marco de la ley". En las dos semanas escasas que duraron los combates perecieron varios cientos de personas, entre 200 y 1.000, y otras miles más resultaron heridas, entre guerrilleros, soldados y, sobre todo, civiles, mientras que 60.000 campesinos huyeron de sus casas.

El 2 de marzo de 1994, al cabo de trece días de conversaciones en San Cristóbal de las Casas con la mediación del obispo local, Samuel Ruiz, Marcos y Camacho adoptaron un acuerdo de principio sobre 34 compromisos políticos y económicos en torno al reconocimiento de los derechos de los indígenas, la reforma estatal y la mejora de las condiciones de vida de los sectores marginados. Hasta el final (1 de diciembre) de la administración salinista, imperó una precaria calma en Chiapas, pero los problemas de fondo siguieron intactos.

Entre tanto, el EZLN celebró una Convención Nacional Democrática en su bastión selvático de Guadalupe Tepeyac y empezó a organizar asambleas campesinas, un experimento de autogobiernos a la usanza libertaria que provocó la indignación de la Secretaria de Gobernación en el Distrito Federal. Cuando el 8 de diciembre tomó posesión el nuevo gobernador estatal, el priísta Eduardo Robledo Rincón, acusado de llegar al poder mediante fraude, hizo lo propio el así llamado Gobierno de Transición en Rebeldía, presidido por Amado Avendaño Figueroa, el candidato derrotado del opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD, centroizquierda) en las elecciones de agosto.

Desde su primera comparecencia, no hubo dudas de que Marcos, además de un guerrillero muy sui géneris, era también, por su porte, acento y discurso, un blanco con formación superior sin el menor rasgo de indianidad. Esto último no fue óbice para que atrajera las simpatías y cautivara a una parte del público y a numerosas personalidades de la cultura en México, el resto de Latinoamérica y, muy en especial, Europa Occidental.

A nadie dejaba indiferente, en un período en que la sociedad mexicana se debatía entre la esperanza de cambios y la incertidumbre por las convulsiones políticas, derivadas de la crisis del modelo priísta, y económicas, agudizadas con la tormenta financiera de diciembre de 1994, el subcomandante desató un alud de solidaridad que rebasó los ámbitos más familiares de los grupos activistas de la izquierda. Para muchas personas de ambas orillas del Atlántico, el misterioso encapuchado personificaba el rechazo a los dogmas del neoliberalismo y la globalización.

Numerosos intelectuales de izquierda, activistas antiglobalización y defensores de causas sociales como el novelista español Manuel Vázquez Montalbán, el también español Ignacio Ramonet (director de Le Monde Diplomatique, fundador del ATTAC y promotor del Foro Social de Porto Alegre), la premio Nobel de la Paz guatemalteca Rigoberta Menchú, el Nobel de Literatura portugués José Saramago, el politólogo francés Alain Touraine, el lingüista estadounidense Noam Chomsky o el escritor mexicano Carlos Monsiváis, han emitido desde 1994 declaraciones de apoyo, escrito ensayos laudatorios o sostenido una relación epistolar con un personaje que suscita interés antropológico, admiración literaria, sentimentalismo romántico e incluso esperanzas postreras de encabezar, en expresión de otro paisano célebre, Carlos Fuentes, la "primera revolución poscomunista".

En lo estrictamente militar, Marcos ha sido muy cuidadoso en separar al EZLN de las demostraciones de violencia que pudieran endilgarle el fatal calificativo de terrorista por los países occidentales ricos. Es decir, un afán de legitimación de la violencia como demuestra la parafernalia de insignias, uniformes y grados. En sus entrevistas, el subcomandante ha insistido en que el EZLN no cometía atentados, se atenía a las convenciones internacionales y a las leyes de la guerra para ser reconocido como fuerza beligerante y tampoco amparaba el secesionismo. Aseguraba que el movimiento que encabezó "lucha para que no sea necesario ser clandestino y estar armado", en definitiva, que "lucha por desaparecer".

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